
Aquí está su baboso, eperando. Siempre dispuesto a tender la mano, aunque se le vaya la vida en ello. Que se vaya... ¿a dónde? Arriba de mi cabeza, abajo de mi lengua, atrás de mis orejas, en medio de mis piernas, adentro de mis riñones. No. Mejor deme un lonche combinado mixto campechano de todas las carnes. Permítame morderlo, desgarrarlo, apachurrarlo, destriparlo. Que salpique el aceite, rechinen los dientes, sude la cebolla, grite el cilantro, empañe el chile los ojos y deje fluir, chorrear, escurrir lágrimas, mocos, babas. Baboso.
Achú. Deberías descansar. Esconderte, vaya. Pícate un ojo; mejor aún, pídele a la niña que te lo pique. Siente cómo se contrae, se encoge, se esconde. Como tú: por los rincones, platicando con los ratones, lagrimitas de aserrín. Ah. Pero en el mar la vida es más sabrosa. Y en el mar la playa: playa de tierra, sin arena, sin cangrejos, sin olas ni espuma del mar; sin mar. But a lot of green-go’s, of course. And you, waitin’ for your love: your love: your: you: yo: y: ¿y? Y nada, vale. Díselo pues, qué haces allá. Se lo dije, ¿no? O fue la clave, se la di. Le di clave… le di código… le di password… le di santo y seña… le di contraseña… le di seña: lo goza d’esta (jo). ¡Ay!, cómo lo goza, el d’este de la d’esta (jojojo). Qué es lo que hace un baboso en Ajijic, sin su caracol. ¿?