3/6/08

Con la nuca mojada

...
La otra noche soñaste conmigo. Fue un sueño de esos que impactan, que te marcan. Primero estábamos los dos, tranquilos como solía ser antes cuando pensábamos que todo era perfecto. Era tan lindo, ¿recuerdas? Yo era lo máximo para ti y tú sabes que lo eras para mí; a pesar de todo aún lo eres. Cierto, un bello sueño. Tú creías estarlo viviendo y eso te hacía feliz. Pero el sueño no terminó así; dije o hice algo que no te pareció y yo me di cuenta, es tan obvio cuando algo te molesta… Y entonces me volvió a suceder pero esta vez no te tomó por sorpresa, ya te habías preparado. Me enfurecí y grité histéricamente que te acercaras, mas tú lo tomaste con calma y seguiste haciendo tus cosas sin inquietarte. Eso me hizo enojar aún más casi al punto de encolerizarme. Ahí voy, fue lo único que contestaste y la rabia se me subió a la cabeza. No me grites, te dije casi temblando. Me miraste a los ojos y en un susurro me respondiste con una tranquilidad que me pareció desafiante eso que ambos sabíamos: no estoy gritando. Tu respuesta penetró mis oídos tan suavemente como había salido de tu boca, yo no lo soporté y enloquecí. Te voy a partir la madre, fue la descolocada frase que atiné a pronunciar mientras me abalanzaba sobre ti. Pero ni te inmutaste y tu perturbadora indiferencia removió hasta lo más hondo de mi ser. Te sujeté del cuello por detrás, y cuando me disponía a arrastrarte sin rumbo definido estornudé de improviso. Salud, dijiste tiernamente volteándome a ver sobre tu hombro. Eso fue demasiado para mí y ahí exploté. Mis ojos despidieron chispas y mi rostro se tornó en un rojo encendido al retumbar esos gritos a los que habías aprendido a temer, gritos que esta vez no causaron efecto en ti. La rabia se transformó en una ira que cegó mis vísceras y tú ni siquiera intentaste defenderte. Te jaloneé del pelo, te azoté contra la pared y estaba a punto de levantar mi puño cuando soportando todo y esperando todo acercaste lentamente tus labios a mi oído y suspirando pronunciaste dos palabras con el seco sonido de tu aliento: te amo. Y lo repetiste: te amo. No sé si en ese momento recordé, ignoro si los sueños pueden recordar; pero sea como sea cualquier posible recuerdo se esfumó pues empezaste a hacerme cosquillas en el cuello y yo reí fuerte, muy fuerte, apretándome contra tu cuerpo, estrujándote cada vez más. Y lloré. Y tú despertaste con la nuca mojada.

1 comentario:

Zakumy dijo...

wow!!!! no manches!!!!!
KE LOKO!!!!
me das miedo!!!!!
jajajajajajajaja!!!
ke paciencia la de ella!!!
jajajajaja!!!!
¬¬
en fin!!!!
lo peor del caso es ke el relato!!!
me pone mal!!!! :S jajaja!!!
asi somos las menchu!
:P